¡Me Siento Vivo!

Hombre sober
(Foto de RyanJLane/iStockPhoto.com)
 

Tuve la dicha de tener una buena infancia dentro de una familia unidad y estable quienes siempre procuraron generar un buen ambiente. Mis padres siempre me inculcaron buenos valores con los que aprendí a distinguir lo que es ético de lo que no lo es, así como optar por lo que es correcto sobre lo incorrecto.

Por lo que fui bueno como hijo y como estudiante, de hecho, nunca fui de ir mucho a las discotecas ni de trasnochadas con los amigos. Al crecer decidí formarme de manera profesional en el área del deporte y la nutrición y cerca de los 30 años empecé a competir en fisicoculturismo.

La época de los campeonatos me produjo mucha felicidad, tuve la oportunidad de viajar y conocer muchos sitios y me sentía fantástico. Todo ese mundo terminó el día que enfermé por el abuso de anabólicos, por lo cual, me sentí sin rumbo porque todas mis expectativas y metas estaban depositadas ahí. De pronto una sensación de vacío y soledad me atrapó, estaba desmotivado y no tenía aprecio por nada.

A pesar de la profunda depresión que estaba pasando, en mi interior había un grito desesperado por sentir. Siempre me caractericé por ser una persona impulsiva y nunca he sentido miedo por nada y, precisamente, estos factores que se conjugaron me hicieron perder aún más el rumbo y la dimensión por todas las pérdidas adicionales que se desencadenaron al probar la cocaína.

Por aquel entonces me encontraba fuera de mi ciudad natal y, en medio de las luces de una gran urbe, tomé la peor decisión al probar la cocaína. Debido a mi bajo estado de ánimo y a la necesidad de adrenalina, no quise detenerme a considerar las consecuencias de lo que estaba consumiendo, además, por fin había encontrado algo que me sacara un poco de la realidad, por lo que esta substancia se convirtió en parte de mi vida.

De pronto, mi mundo de naipes se fue destruyendo e implicó un gran caos: la relación con mi familia se fracturó, la empresa y los negocios se desmoronaron, las verdaderas amistades se alejaron e, incluso, la comunicación con mi madre se afectó. Llegué a sentirme perdido y en un punto fui incapaz de distinguir lo que era real de la irrealidad, perdí de manera momentánea algunas capacidades cognoscitivas, y me aterró no recordar mi nombre, teniéndole que pedir ayuda a mi mamá para saber quien era yo.

Básicamente vivía en una mentira, la soledad solo era manejable con más dosis de cocaína. La sensación de bienestar que me producía era como una broma macabra, me elevaba a las alturas para luego dejarme caer en un hoyo más profundo cada vez.

“¡Perdí absolutamente todo, incluso la vida! Ya no me sentía vivo y, de hecho, había momentos en que deseaba que el corazón se detuviera a causa de una sobredosis”.

Así continué por un tiempo en una espiral descendente que parecía no tener fin, hasta que un día hubo una chispa en mi camino, de pronto un día encontré un motivo para vivir, de golpe se aglutinaron los recuerdos de cuando era un hombre feliz y cuando sabía que la vida tenía sentido. Le comuniqué esto a mi madre y me habló de Narconon Los Molinos, ella conocía el Centro por recomendación de unas personas, al escuchar lo que podía encontrar simplemente acepté tener una nueva oportunidad de vida y me dispuse a realizar el Programa.

He de confesar que iniciar el Programa de Narconon fue un proceso difícil, en momentos me invadía la desesperanza, me sentía frustrado por la condición en la que me encontraba y no tenía ganas de atravesar por el proceso. Día a día vi materializada la Fe en Dios y continué por la esperanza de sentirme vivo y sabía que solo a través de este Programa lo lograría.

Después de este episodio continuar fue algo muy natural, además de que el personal me dio un trato muy especial y me confortaron, me hicieron sentir que soy una persona muy valiosa. Al ir avanzando por todas las etapas del Programa, me fui dando cuenta de muchas cosas negativas que fueron frenando mi desarrollo y que propiciaron que cayera en una adicción.

Solía sentir culpa por todo, incluso cuando algo malo sucedía y estaba muy ajeno a mí, yo me sentía responsable por ello. Por lo que un día tuve una gran ganancia al darme cuenta de que yo soy responsable de mi pasado y de que tengo en mis manos el presente para crear un futuro mejor. Este simple hecho significó que recuperara la esperanza, me devolvió el amor propio y la capacidad de sentir. En cascada llegaron otras ganancias y un día por fin había recuperado las ganas de vivir.

Casi por terminar el Programa hice un curso que se llama “Valores Personales”, el cual, literalmente cambió mi vida. En primer lugar, porque recuperé la vida para poderla compartir con mi hija, en segundo lugar, me di cuenta de que podía alcanzar una estabilidad emocional a lado de mi familia y en tercer lugar porque tuve certeza de saber quién soy.

El último día en Narconon me sentí feliz y agradecido de estar vivo, estoy seguro de que aplicando todas las herramientas que aprendí en Narconon me mantendré en dirección al éxito. Por ahora dedico mis días a la prevención de adicciones a las drogas y al alcohol, lo que hicieron por mí fue tan grande que quiero devolver un poquito del bienestar que me causaron.

“Mi mayor recompensa después del Programa ha sido que mi hija me considere un héroe y, definitivamente, no le voy a fallar.”

Hoy disfruto de las pequeñas cosas de la vida, hoy aprecio un amanecer o los rayos de sol sobre mi cama. El valor de las cosas no está en todo lo que tengas, sino en todo lo que está.

Al personal de Narconon Los Molinos les agradezco haberlos conocido.

Hoy quiero compartir mi historia para que las personas que están panado por el problema que tuve, tengan esperanza, fuerza y sobre todo Fe para luchar, porque soy testigo de que sí se puede.

F., Graduado de Narconon Los Molinos


AUTOR

Juan Luis

Director Ejecutivo Narconon Los Molinos

NARCONON LOS MOLINOS

EDUCACIÓN Y REHABILITACIÓN DE DROGAS