¡Ahora soy yo mismo!
Crecí al lado de mis padres en una casa con un gran jardín, no nos hacía falta nada y todo era muy hogareño. Me divertía haciendo mucho deporte, jugaba futbol con mis amigos que eran mis vecinos y de vez en cuando íbamos al cine. Recuerdo dos de mis momentos más felices que viví, el primero fue cuando mis padres, con mucho esfuerzo, me llevaron a estudiar a Madrid a una escuela con apenas 14 años y luego me matriculé en Arte Gráfica profesional. Y también cuando mi padre y mi tío heredaron el negocio de mi abuelo y logramos sacarlo adelante. Anteriormente yo ya había trabajado con mi abuelo por lo que continué haciendo fue lo que más me gustaba hacer a lado de mi familia.
Todo marchaba bien y como todo joven tenía la curiosidad y el ímpetu de explorar el mundo. Desafortunadamente no lo hice de la mejor manera y los 22 años, en compañía de los amigos del barrio, probé la cocaína. De manera rápida la substancia me atrapó hasta el punto de alejarme de todos a quienes amo, de mi esposa, hija, padres y amigos. Estaba completamente sólo, ya no disfrutaba de las cosas que antes me gustaban y sin más remedio me quedé sin trabajo al perder la confianza de mi familia.
Cuando mis padres se dieron cuenta de mi adicción, no dudaron en ayudarme y, con paciencia y amor, lo hicieron a través de varios medios sin obtener mucho éxito. Estaba entrampado en un círculo en el que estaba bien por poco tiempo e irremediablemente después recaía y esta situación cada vez era más intensa. Mi madre tuvo mucha comprensión más que reproche y no se cansó de seguir buscando la ayuda adecuada. Con mi esposa los problemas y discusiones cada vez eran más constantes, hasta que un día ella ya no pudo más y se fue a casa de sus padres llevándose a mis hijos -para aquel entonces ya teníamos dos hijos-.
Así pasó el tiempo y yo iba en una espiral descendente que parecía no tener fin, hasta que un día me di cuenta de que necesitaba hacer algo que en verdad funcionara para salir de la adicción. Busqué a la persona indicada, era un amigo del pueblo quien ya había estado en el Programa de Narconon Los Molinos. Mi amigo me platicó su experiencia en el proceso de rehabilitación, sus ganancias y de cómo había podido recuperar su vida y, lo mejor, que estaba lejos de los problemas con las drogas y el alcohol.
Al ver a mi amigo que estaba realmente bien, quise experimentar lo mismo y tomé la decisión de hacer el Programa de rehabilitación de drogas y alcohol en Narconon Los Molinos. Cuando les comenté a mis padres acerca de lo que había averiguado, no hicieron otra cosa más que apoyarme en mi decisión.
Cuando llegué a Narconon, aún iba con reservas, pensé que sería una especie de hospital y que quizá no me tratarían tan bien como me lo hizo saber mi amigo. Afortunadamente esa idea se fue de manera rápida, primero porque me explicaron que la adicción no es ninguna enfermedad sino una condición que puede mejorar, por lo que la imagen que tenía de una clínica no era tal. Esto me hizo sentir que por fin estaba en el lugar correcto.
Los días pasaron y el staff con mucha dedicación me alentaba a seguir adelante con todos los retos que implica cada paso del Programa. Además de la motivación, yo mismo me iba dando cuenta del cambio que iba sucediendo en mi cuerpo y en mi mente. Cada día era una ganancia distinta, me sentía con más energía, mejor físicamente, recuperé la confianza y la autoestima, además, me di cuenta de que podía hacer muchas cosas y emprender nuevas actividades sin perder la paciencia.
Sólo por el hecho de estar ahí, en el Centro, me hacia sentir realmente bien. Todos los días me despertaba entusiasmado por las actividades programadas, por fin podía conciliar el sueño y tuve un buen descanso reparador.
“Me di cuenta de que todo lo podía hacer sin consumir y, lo mejor, no sentía la necesidad imperante de hacerlo”.
Antes de entrar al Programa era incapaz de llevar un buen ciclo de comunicación porque todo se centraba en mi persona, no dejaba hablar a mi interlocutor y si opinaba sobre lo que hacía de mi vida solía reaccionar de manera hostil. Fue en ese momento en que me volví muy solitario porque me di cuenta de que la gente me daba miedo y prefería mantenerme alejado. Como parte del Programa de Narconon, adquirí muchas habilidades para enfrentar los retos de la vida, entre esas habilidades fue que aprendí a comunicarme de una mejor manera. Cuando menos me di cuenta, compartía las meriendas y comidas con mis compañeros, hablaba con ellos y en sí, esto también me ayudó a realizar muchos ejercicios del Programa.
Cuando me sentí mejor, mi familia fue a visitarme y se sintieron muy orgullosos de los cambios que estaba logrando, sus visitas me motivaban a esforzarme más para lograr mejores resultados porque siempre me mostraban su apoyo.
El día que terminé el Programa tuve un cúmulo de sensaciones encontradas, por un lado, la satisfacción tan grande de haberme rehabilitado, pero por otro sentía la nostalgia de dejar atrás a tanta gente tan valiosa que había conocido y con quienes compartí momentos importantes en nuestros respectivos procesos de rehabilitación. Sentía que todos eran parte de mi vida.
Cuando salí ansiaba recuperar todo de golpe, el trabajo, la relación con mi esposa y mis hijos, pero esto ha sido un proceso lento. Ahora disfruto cada día con mi familia, es muy gratificante estar con ellos, jugar al futbol con mis sobrinos, tengo mucho apoyo de todos. ¡AHORA SOY YO MISMO!
“Estar libre de drogas me encanta, me gusta hacer las cosas que había dejado de lado, poder realizar mis actividades con tranquilidad. Hoy disfruto mucho jugando con mis hijos o simplemente
un paseo con mi perro.”
Aconsejo a quien esté pasando por una situación similar a la que tuve que se deje ayudar. Dejar las drogas es un asunto que requiere de ayuda porque sólo es muy difícil salir. El decir “lo dejo cuando yo quiera” no es suficiente.
Gracias al Programa de Narconon Los Molinos vuelvo a ser yo mismo.
Rafa, graduado de Narconon Los Molinos